La depresión y la ansiedad son dos trastornos mentales que generalmente van asociados y que muchos no entienden, no sabe identificar, ignoran los motivos que llegan a desencadenarlos, y hasta dudan de su existencia al considerarlos como manifestaciones propias de la debilidad de quienes los sufren, al carecer de la fuerza de voluntad suficiente para dejar de experimentarlos.
La depresión y la ansiedad
No entender a quienes sufren de ansiedad o depresión no es algo exclusivo de personas poco formadas o carentes de sensibilidad o de empatía. La cruda realidad demuestra que quien nunca ha pasado por uno de estos procesos, tiende a no entender a quienes los sufren y a considerarlos seres débiles, tanto es así que con frecuencia se recurre a expresiones desafortunadas con las que pretendidamente se intenta ayudar y que en realidad sólo potencian el malestar de alguien a quien le resulta imposible salir del agujero en que se encuentra sumido.
Citemos alguna de estas expresiones:
- ¿Por qué no lo superas?
- ¿Qué te ha pasado?
- No te pongas nervioso
- No tienes motivos para sentirte de esa manera
- Sal y diviértete
- Relájate
- Sólo piensas en ti mismo
- ¡Venga, anímate!
- Yo sí que tengo motivos y mírame, aquí estoy aguantando
Tanto la ansiedad como sobre todo la depresión, pueden condicionar que quien la sufre se sienta como si su mente dejara de obedecerles, se rebelara contra ellos y actuara de por libre. Es por ello que una de las situaciones más frustrante surge cuando alguien le dice a un deprimido que “lo importante es que lo superes”, un mensaje para nada comprensivo ya que la depresión no es algo se supera sólo con la voluntad.
Suele también suceder que la gente tienda a confundir la depresión con la tristeza, o la considere una consecuencia de estar triste, algo que se desdice de lo que ocurre en la mente del deprimido, cuyos códigos se alejan de la situación de normalidad (en el sentido de salud mental), y hay que esforzarse en comprender o al menos respetar.
Por ejemplo, consideremos que la falta de energía y la imposibilidad para tirar de las sábanas y levantarse de la cama que experimenta un deprimido por las mañanas, nada tiene que ver con el bajón que todos experimentamos cuando, sentados en nuestro sillón favorito después de una buena comida al mediodía, acabamos vencidos por el sueño sin poder evitarlo. El cansancio de un deprimido es algo infinitamente distinto y superior, ya que cualquier tarea se convierte en un reto doloroso, incluso cosas tan sencillas como lavarse o vestirse. Si a todo esto añadimos la llamada anhedonia —o pérdida de la capacidad de disfrutar de las cosas que antes generaban placer—, la combinación resulta explosiva y el nefasto resultado es que vivir se convierte en una experiencia dramáticamente diferente para el deprimido.
También la ansiedad es una situación difícil de entender para quien nunca ha experimentado que cualquier acontecimiento pueda producirle miedo, pensamientos negativos, síntomas físicos persistentes como ahogos o taquicardia, o incluso ataques de pánico, situaciones todas ellas que pueden llegar a complicarse si quien las experimenta siente que nadie entiende lo que le ocurre. Decirle a quien sufre ansiedad algo tan frecuente como “cálmate” es un error nefasto con el que siempre se conseguirá un efecto contrario al pretendido, pues responde a una visión excesivamente simplista de las emociones de alguien que, sin duda, si pudiera calmarse lo haría.
Otro error muy común es que cuando se le dice a alguien que se tiene ansiedad su primera reacción es la de identificarse con quien la sufre y mostrar una empatía que no siempre ayuda, pues una actitud compasiva (aunque sea para ofrecer apoyo) puede avivar la ansiedad. Lo mejor si alguien intenta controlar su propia ansiedad —aunque le esté costando mucho— es no inmiscuirse para evitar una retroalimentación o contaminación mutua.
En las 16 viñetas objeto de este artículo, quedan plasmadas de un modo diáfano y pedagógico las dificultades de quienes conviven con la depresión y la ansiedad, dos manifestaciones anímicas y emocionales que tal vez todos hayamos experimentado en algún momento de nuestras vidas, pero que quienes las sufren de modo crónico y no como algo circunstancial, las soportan con un terrible sufrimiento.
Nick Seluk creó este cómic junto a Sarah Flanagan, una lectora que le envió su historia para explicar cómo enfrentarse a estas enfermedades es una lucha diaria.